18 nov 2017

Murió Riina di tutti i capis de la Cosa Nostra..

Totò Riina, el 'capo dei capi' de la Cosa Nostra murió este viernes 17 de noviembre a la los 87 años de edad. 
Tenía desde hace años un tumor en el riñón, y el mal de párkinson en estado avanzado, murió prácticamente incomunicado tendido en una cama recibiendo  atención médica en el hospital de la cárcel de Parma bajo el 41 bis, un régimen carcelario considerado extremadamente duro y con vigilancia especial...
Cada mes recibía la visita de su esposa y un hijo, sin poder acercarse a menos de un metro de distancia; no se podían  tocar, abrazarse o darse un beso. 

El criminal difunto ha sido motivo de filmes holywoodenses, fue protagonista de algunos de los crímenes más terribles de la historia italiana; era conocido como 'la bestia' por su extrema crueldad; considerado el capo dei capi (es decir, el jefe de los jefes) de la mafia siciliana, se calcula que Riina asesinó  personalmente a 200 personas y es responsable de otros 3660 muertos, muchos de ellos en las guerras internas que estallaban en Cosa Nostra.
Sobre él pesaban 26 cadenas perpetuas. 
Junto a Bernardo Provenzano, fallecido en 2016, declaró una guerra al Estado italiano en la década de los 90 acabando con la vida de decenas de policías, jueces y símbolos de la lucha contra la criminalidad como los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellin.

Falcone y Borsellino eran los dos fiscales principales del llamado Grupo Antimafia de la Procuraduría de Palermo. Este grupo de jueces logró instrumentar el más grande proceso a la mafia nunca visto en Italia, el llamado “maxiproceso”, que se desarrolló entre 1986 y 1987 y se saldó con 360 condenas y más de 2.200 años de cárcel en penas.
Fue uno de los golpes más duros contra la Cosa Nostra hasta la fecha.
Tras la confirmación de las condenas en enero de 1992, la Cosa Nostra decidió cobrar venganza y atacar al Estado. Primero, en marzo, asesinó brutalmente a Salvo Lima, diputado local de la extinta Democracia Cristiana, entonces partido de mayoría en el país y punto de referencia de Giulio Andreotti, el siete veces primer ministro italiano. 
Luego, a las 17 horas, 56 minutos y 48 segundos del 23 de mayo de 1992, quinientos ( o mil) kilos de explosivos ocultos en un conducto bajo la calzada hicieron saltar por los aires tres automóviles blindados en el kilómetro 4,7 de la autopista que une el aeropuerto y la ciudad siciliana de Palermo , a la altura del desvío de Capaci.
El resultado: 5 muertos y 23 heridos, entre ellos el objetivo del ataque, el juez antimafia Giovanni Falcone, quien falleció en el atentado, unto con su esposa.
Apenas dos meses después, el 19 de julio a las 16:58 horas, un auto bomba acabará con la vida de su colega Paolo Borsellino y de cinco personas más en la Via D'Amelio, en Palermo.
Empero, en ambos funerales se convocaron a miles de sicilianos en las calles de Palermo en una movilización de rechazo al crimen organizado sin precedentes en la isla italiana.
Aun así, la Cosa Nostra realizó varios atentados más en 1993; pusieron explosivos en museos e iglesias de Roma, Florencia y Milán. La mafia daba muestra de su fuerza y el Estado italiano de su debilidad. 
Empero, el “ataque mafioso al Estado” amainó solamente con la detención de Salvatore Riina, el 15 de enero de 1993, y el ascenso a la jefatura de la organización criminal de Bernardo Provenzano. detenido en abril de 2006,  murió en 2016 en la cárcel, a la edad de 83 años..
Provenzano, también llamado Zio Binu (tío Bernardo) o “U tratturi” (el Tractor, por su violencia contra los enemigos), fue el responsable, junto a Totò Riina la terrible guerra de la mafia de los años 80 y principio de los 90, en la que los Corleoneses emprendieron la caza de todos sus rivales al tiempo que mantenía una lucha sin cuartel contra el Estado. Su máxima exhibición de fuerza  se produjo en 1992.
http://fredalvarez.blogspot.mx/2006/04/bernardo-provenzano.html
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Paletos salvajes
Riina era un huérfano en un mundo mísero y feudal que se hizo con el poder en Cosa Nostra y desafió al Estado italiano con un arma muy simple, la violencia despiadada
IÑIGO DOMÍNGUEZ
El País, 17 NOV 2017 -
El 11 de septiembre de 1943 el campesino siciliano Giovanni Riina volvía de una dura jornada en el campo con su mula y sus tres hijos. El mayor, Salvatore, llamado Totò, Gaetano y Francesco. Creyeron tener su día de suerte cuando encontraron una bomba americana, del desembarco aliado de unos meses antes, que no había explotado y un obús alemán medio roto. Se los llevaron a casa para sacar la pólvora y aprovechar el hierro. Una vez en el hogar, una mísera casa de Corleone, el padre comenzó a manipular el proyectil alemán y explotó. Murieron el padre y dos niños. Solo se salvó Totò, que con 12 años se convirtió en el capofamiglia. Taciturno, bajito, de mirada oscura.
El adolescente Riina se convirtió en un matón del dottore Michele Navarra, el capo local de Corleone, clásico personaje de la vieja mafia tradicional, un médico con traje y coche. Riina, fallecido este viernes en el ala penitenciaria de un hospital de Parma, y sus amigos –Bernardo Provenzano y Calogero Bagarella-, chavales de pueblo pobres y de escasos estudios, que desde niños trabajaban el campo, formarían con los años el temido clan de los Corleoneses. Crecieron en un mundo feudal y antiguo, miraban el castillo, la prisión del pueblo, como un lugar donde un hombre al menos debe ir una vez para ser un hombre. Se curtieron en asesinatos y masacres rurales, imponiendo el terror en la zona, hasta que mataron al propio Navarra. Una emboscada con metralletas en su coche en un camino entre campos de cereal.
En los setenta comenzó su ascenso, para tomar Palermo. Hubo un primer gran juicio en 1969 que intentó procesar al clan, pero los miembros del jurado recibieron una nota anónima: “Si un caballero de Corleone es condenado, saltaréis por los aires, seréis destruidos, seréis descuartizados y también vuestros familiares. No os queda más que ser juiciosos”. Hubo 64 absoluciones. Ya nadie les paró. Para la mafia aristocrática y burguesa de la capital siciliana eran unos paletos salvajes, que infundían temor pero que, pese a su ambición, no consideraban preparados para el poder ni sus sutilezas. Creían que los tenían controlados, que se dejaban impresionar por sus villas de naranjos y sus salones. Lo cierto es que el brutal ascenso de Riina y los suyos, una banda de unos 70 mafiosos, es uno de los grandes misterios de Italia. Porque no solo exterminaron al bando rival en una guerra de dimensiones desconocidas en Europa, con un macabro marcador de 1.700 muertos a cero en los años ochenta, sino que pusieron en jaque al propio Estado italiano en los noventa. Pensaron hasta en volar la torre de Pisa. En 1978 un capo mafioso, Giuseppe de Cristina, lo vio tan negro que hasta llamó a la policía para pedir ayuda: “Riina y Provenzano son dos bestias, tenéis que pararlos. No son solo peligrosos para nosotros, lo son sobre todo para vosotros”. Ese año Riina tomó el control de la Commissione, el consejo de familias mafiosas y comenzó a consumar su golpe de Estado dentro de la Mafia.
Las teorías de la conspiración en Italia no es que sean un arte, es que la realidad las suele superar en creatividad. Las deja como un vano intento de la imaginación de estar a la altura de la verdadera naturaleza humana. En este caso la historia indica que Cosa Nostra tenía tal simbiosis con el poder político, especialmente con la Democracia Cristiana (DC), que en un momento de delirio de omnipotencia pensó que podría someterlo completamente. El archivo de trapos sucios ajenos de Riina es otro mito italiano. Entre otras cosas porque cuando lo arrestaron en 1993, después de 25 años en busca y captura sin que nadie le buscara, se olvidaron de ir a registrar su casa durante casi un mes. Y se apagaron misteriosamente las cámaras de vigilancia de la entrada. Por otro lado era un chalé con piscina. Cuando por fin fueron estaba vacía y hasta habían pintado las paredes. Sus secretos, sus relaciones con los servicios secretos, en qué grado fue una pieza de un sistema podrido o uno de sus actores, es una pregunta que, como siempre en Italia, se podrá responder a partir de ahora, cuando ya es suficientemente tarde. Hay un juicio abierto sobre la famosa Trattativa (Negociación), los presuntos pactos entre el Estado y Cosa Nostra en los noventa. Es probable que sepamos más cosas a partir de ahora.
Riina estaba loco, pero era listo y era peligroso. Una vez, cuando se camelaban a los políticos de Palermo, fue a visitar a Vito Ciancimino, cerebro mafioso de la DC siciliana –también era de Corleone- y le llevó un lingote de oro para que le favoreciera en un contrato público. Ciancimino le recibió en pijama, para mostrarle su superioridad. Riina se ofendió mucho y al salir cogió de la pechera al mafioso que le acompañaba y le dijo: “Si un día me vuelvo loco y te digo que me lleves a ver a Ciancimino y tú me llevas, yo te mato”. La fábrica de muerte de Riina contaba con un comando sanguinario y un barracón industrial con bidones de ácido donde disolver a las víctimas. También niños. “En Sarajevo mueren muchos niños ¿por qué tenemos que preocuparnos nosotros aquí?”, dijo una vez. En el horrendo currículum de los Corleoneses figura el secuestro y muerte del pequeño Giuseppe Di Matteo, hijo de un arrepentido, después de dos años de cautiverio. Las bombas que asesinaron a los jueces Giovanni Falcone y, 55 días después, Paolo Borsellino, en 1992. Policías, jueces, políticos, periodistas. Para asesinar a Falcone volaron la autopista del aeropuerto de Palermo, y casi nadie sabía que llegaba ese día a la ciudad. Los detenidos por el homicidio de Borsellino pasaron 18 años en la cárcel hasta que se descubrió que todo había sido un montaje policial y eran inocentes. Los Corleoneses tenían dinero en el banco del Vaticano.
Los últimos años en la cárcel de Riina le han dado un último protagonismo, con conversaciones grabadas, de las que no se sabe si era consciente y lo hacía adrede, en las que lanzaba sus mensajes crípticos. Pero de nuevo ha surgido la sospecha de que el lado oscuro de Italia andaba por ahí. Alberto Lorusso, el compañero de celda que tenía en 2014, resultó ser un experto en mensajes en clave. En su celda encontraron una carta a su madre escrita en alfabeto fenicio, y otra en arameo. Se descifraron algunas palabras y hablaban de las conversaciones con el Estado y de los Corleoneses. No está muy claro por qué le eligieron para pasar las tardes con el hombre más peligroso de Italia.
Este criminal era sin embargo un amoroso padre de familia para los suyos, una familia mafiosa típica y, por tanto, profundamente anómala. Su hija ha contado que vio las noticias de la muerte de Falcone en brazos de su padre, en el sillón de casa, sin tener ni por un momento la más mínima sensación de que estaba en el regazo de un monstruo. Su mujer y sus hijos vivieron siempre con él de forma secreta y clandestina. Ella era maestra y les daba clases privadas. No existían civilmente. El día del arresto de Riina en Palermo ella cogió un taxi y se volvió a Corleone. Sus hijos han acabado también en prisión, como atrapados en la maldición de una estirpe o un mal irremediable de Sicilia.
Attilio Bolzoni, periodista de La Repubblica, me contó una vez su impresión la primera vez que vio a Riina cara a cara: “Era un campesino. ¿Sabes a quién me recordó? A Stalin, otro campesino. El mal tras una mirada neutra, el aspecto vulgar, áspero”.


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