7 may 2017

“Han llamado «madre» una bomba, ¡qué vergüenza!”


“Han llamado «madre» una bomba, ¡qué vergüenza!”
El Papa se reunió con 7 mil estudiantes de las Escuelas de la Paz. «Está creciendo entre nosotros una cultura de la destrucción». Y sobre el debate electoral en Francia: «¿Dónde estaba el dialogo? Estamos acostumbrados a insultarnos». «Basta con la explotación y la destrucción de la Creación. Las mamás están preocupadas por darle de comer pollo a sus hijos»

REUTERS
Papa Francisco

Vatican Insider, Pubblicato il 06/05/2017
SALVATORE CERNUZIO
CIUDAD DEL VATICANO
Entre los niños bombardeados y degollados, los migrantes, los trabajadores en negro y las mujeres víctimas de la explotación, y una Creación cada vez más maltratada, está claro que «está creciendo entre nosotros una cultura de la destrucción». Es el triste análisis, crudo y realista, que hizo Papa Francisco sorbe la realidad de hoy en la charla, en el Aula Pablo VI, con alrededor de 7 mil chicos de las Escuelas de la Paz de toda Italia. Esta es una iniciativa que promueve el Ministro de la Educación Pública del país, en colaboración con la Coordinación nacional de los Entes locales para la paz y los derechos humanos y con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano e Integral de la Santa Sede. 

Bergoglio respondió a estos chicos y chicas que le preguntaron por qué hay tantas guerras y tantas injusticias. La mayor parte de ellos son adolescentes o un poco más grandes. Acogieron al Pontífice con símbolos de la paz y le pidieron la «selfie» de rito, pero Francisco habló con ellos como si fueran adultos, para abrirles los ojos sobre la deriva negativa del mundo de hoy. «Está creciendo, ha crecido y crece entre nosotros una cultura de la destrucción», denunció el Papa, quien subrayó en particular el drama de los migrantes: «la tragedia más grande después de la Segunda Guerra Mundial», según el análisis de los sociólogos. 
 «Nosotros estamos viviendo esto —recordó el Papa Bergoglio—; el mundo está en guerra, se bombardea y si abajo están los enfermos, los niños, esto no importa: ahí va la bomba. En determinado momento no sé que pasa: se destruye tanto». No es una novedad: la lucha fratricida «comenzó desde el inicio, con los celos de Caín, que destruyó a su hermano Abel con el cuchillo, lo mató». Pero esta crueldad, anotó el Papa, parece aumentar cada vez más: «La vemos en la tele, todos los días. Hoy vimos degollar niños». Francisco recordó a sus huéspedes que se avergonzó profundamente cuando escuchó el nombre que le dieron a la Moab, la «súperbomba» que hace un mes lanzó la aeronáutica estadounidense en Afganistán. «La llamaron “la madre” de todas las bombas. La mamá da vida, esta da muerte, y nosotros le decimos mamá a ese artefacto. Me avergoncé…», confesó. 
 También se dijo triste por «otro negocio con el cual el mundo gana hoy»: la explotación de las personas. «Niños obreros que trabajan desde los 7, 8, 9 años sin educación. El tráfico de las personas en trabajos en los que la gente recibe 2 liras por media hora de trabajo». «El tráfico de las armas, de la droga, de las personas —continuó—, de los niños y de las mujeres» que son vendidos «para ser explotados». «Estos son negocios que ayudan al dios dinero a crecer. Es esto lo que domina al mundo», denunció el Papa, «pero esto también sucede aquí en Europa, en Italia. Aquí se explota a las personas cuando son pagadas en negro, cuando te hacen el contrato de trabajo de septiembre a mayo y luego dos meses sin trabajo, así no hay continuidad y luego vuelves a empezar en septiembre», anotó el Pontífice. Esta también es «destrucción», y la explotación «se llama pecado mortal». 
 Con dureza parecida, Bergoglio volvió a estigmatizar el «terrorismo de los chismes»: «El que está acostumbrado a chismear es un terrorista», advirtió. «El chisme es como una bomba que explota y mata. “Pero esto no es original, lo has dicho muchas veces”. Pero, por favor, un consejo a todos, si tienes ganas de decir un chisme, mejor muérdete la lengua. Sufrirás un poco, se hinchará la lengua, pero ganarás al no ser un terrorista». También, recomendó el Papa, hay que dejar de insultar y con la «letanía de las groserías». «Es suficiente ir por la calle en hora pico, cuando el tráfico está así, y tal vez una moto se mete un poco más allá o un choche del otro lado e inmediatamente, en lugar de decir “Perdón”, comienza la cadena, la letanía de las groserías, una detrás de otra, estamos acostumbrados a insultarnos», en lugar de aclarar las cosas. «No, lo insulto inmediatamente y luego la adjetivación; no decimos “ese chico” o “ese tío”, sino “ese…” boom, y el adjetivo, esos adjetivos que yo no puedo decir, pero que creo que todos ustedes conocen muy bien». 
 «Insultar es herir, hacer una herida en el corazón del otro», advirtió el Papa. Como ejemplo, citó el reciente debate en Francia entre los dos candidatos al Eliseo: Marine Le Pen y Emmanuel Macron. «No lo digo como Papa, sino como una persona que escuchó (pero que no vio) lo que sucedió en un diálogo preelectoral: ¿en donde estaba el diálogo ahí? Se arrojaban piedras, no se dejaba que acabara el otro, incluso palabras un poco fuertes. Pero si a un nivel tan alto se llega a no dialogar, el desafío del diálogo les toca a ustedes», le dijo a los jóvenes. Y los invitó a tomarse «20 minutos para leer la Carta al Apóstol Santiago. Es pequeñita. Él dice que el hombre y la mujer que dominan la lengua son perfectos». 
 Según Francisco, la causa de muchas de estas actitudes equivocadas está en la educación, que ya no dirige a «las virtudes de la mansedumbre, de la paz, de la tranquilidad». Por ello insistió en la necesidad de «volver a hacer un pacto educativo entre la familia, la escuela y el Estado», y, al respecto, recordó una anécdota de su juventud: «Cuando iba a la escuela, el maestro escribía una nota, después en casa te regañaban… Yo iba en cuarto de primaria, tenía nueve años, y le dije una cosa fea a la maestra, la maestra le escribió a mi mamá en el cuaderno, porque pensó: “Si este, a los 9 años, es capaz de decirme aquello, ¿qué hará a los 20?”. El día después fue mi mamá, la maestra nos dejó hacer ejercicios y después me llamó, y la mamá, frente a la maestra, me regañó y me dijo que le pidiera perdón a la maestra. Le pedí perdón, la maestra me dio un beso, y volví al salón, un poco vencedor, “no fue tan mal”, pero este era el primer acto; el segundo acto sucedió cuando volví a casa», dijo Bergoglio haciendo el gesto de dar una nalgada, suscitando risas y aplausos. «¿Qué quiero decir?», prosiguió, «quiero decir que había un pacto educativo entre la familia y la escuela, mientras ahora, muchas veces, si en la escuela el profesor o la profesora regañan a los alumnos, son los padres los que van al día siguiente a regañar a la maestra o al maestro por esta “agresión contra mi hijo”». 
 No faltó espacio para animar a cuidar la Creación, con referencia al tema del encuentro: «Protejamos nuestra casa». El punto de partida fue la pregunta de una chica que citó la «Laudato si’»: «Nosotros estamos destruyendo la Creación, el regalo más precioso que nos ha dado Dios», dijo el Papa sin medias tintas. «El consumismo nos lleva a esto —continuó—, la explotación de la tierra». Pensemos en los experimentos químicos: «Hoy no puedes comer una manzana sin quitarle la cáscara debido a los pesticidas. Y también sucede que los médicos aconsejan a las mamás que no les den de comer pollos a los niños, porque les crean un desequilibrio hormonal. Y las mamás están preocupadas…». «¿Cuántas veces —se preguntó el Papa— han conocido jóvenes con enfermedades raras? ¿De dónde provienen? ¿Qué sucede en el Mediterráneo en donde la cantidad de plástico es el cuádruple del máximo que puede haber? No solo estamos ensuciando la Creación, la estamos destruyendo». 
 El Pontífice también citó los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, por los cuales una chica, Costanza, expresó «resignación y desilusión», puesto que los «responsables políticos no parecen determinados» a cumplirlos. «Aquí me enojo yo, la resignación está prohibida para nosotros. Debemos seguir adelante, luchar con creatividad», recomendó el Papa. De cualquier manera, hablando sobre el compromiso político, de hecho, dijo, «¿sabes qué pensé? Pensé en la gran Mina (cantante italiana, ndr.) cuando cantaba: “Parole, parole, parole…”». 



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