26 feb 2017

Evocan a Leñero en la presentación de “Los Católicos”, en Bellas Artes

Evocan a Leñero en la presentación de “Los Católicos”, en Bellas Artes
POR ROBERTO PONCE , APRO; 26 FEBRERO, 2017

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- La Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes resultó insuficiente para dar cabida a un público respetuoso que literalmente llenó el recinto donde la tarde sabatina fue presentado el libro colectivo recién publicado por Ediciones Proceso “Los católicos”. Vicente Leñero en torno a la fe.
Al cálido convivio asistieron familiares cercanos, amigos y colegas del insigne dramaturgo, guionista y novelista a dos años de su desaparición, como el productor cinematográfico Víctor Ugalde, el actor Jesús Ochoa, el director teatral Luis de Tavira, o los periodistas José Gordon y Roberto Perea.
Destacó el agradecimiento fervoroso que brindaron los participantes de la presentación a la esposa de Leñero, la psicóloga María Estela Franco Arroyo, y a sus hijas Estela, Isabel, Eugenia y Mariana (quien radica en Estados Unidos y no pudo asistir), quienes varias veces fueron reconocidas por el auditorio.

La mesa principal fue presidida por cuatro de los 16 autores del libro: La narradora de cuentos infantiles Alicia Molina, la promotora cultural universitaria Myrna Ortega, el filósofo Eduardo Garza Cuéllar, y los novelistas y dramaturgos Francisco Prieto e Ignacio Solares, a los que presentó el moderador del evento Armando Ponce, coordinador de la sección cultural de Proceso, con mención especial al director general de la revista, Rafael Rodríguez Castañeda, así:
“La obra literaria y periodística de Leñero es una de las cumbres que la prodigiosa efervescencia cultural de lo que fue en el siglo XX mexicano, nos legó. Pero poco sabemos del personaje que en la intimidad enfrentaba día a día, con orgullo y humildad al mismo tiempo, sus creencias personales. Es por ello que a su partida, hace dos años, su esposa Estela Franco (aquí presente) haya sentido la necesidad de recoger los testimonios que, alrededor de ella y Vicente, se vertieron sobre su manera de entender el catolicismo actual.
“¿Cómo es esa fe en Vicente Leñero, entonces, el primer escritor mexicano en recibir un premio internacional, el Seix Barral de Literatura en 1963 por Los albañiles? Podemos entonces darle la palabra a nuestros ponentes, todos ellos entregados al trabajo social y cultural de manera destacada.”
Comenzó Alicia Molina Argudín, esposa del crítico cubano Prieto, escritora de cuentos infantiles (“el más noble oficio”, apuntó Ponce), directora de la revista Ararú y productora de series de TV como Retos y Respuestas. La directora operativa del Fondo Memorial Eduardo Vargas, AC, que apoya a organizaciones que trabajan con niños con discapacidad y sus familias en zonas rurales y marginales, resaltó la relación afectiva de Vicente y Estela Leñero, así como la afectuosa educación a sus hijas, amén de sus reuniones en Cuernavaca.
“Vicente fue un incansable buscador de la verdad. Andaba tras ella como periodista, como narrador, a través del teatro y del cine, y también en la cotidianidad y en la amistad… Hay muchos otros gestos que se me hacen presentes al recordar a Vicente: verlo llegar con regalos y libros que habían sido esenciales para él y que deseaba compartir al igual que su persona…”
Coincidió con la visión de Leñero en su manera de concebir a un Jesús que se humaniza y se convierte en Dios, mas no en aquel que nació siendo Dios. En palabras propias que incluye el volumen Los Católicos, gracias a la entrevista de Adela Salinas al final del libro, La opción de Jesucristo:
“No creo que Jesucristo haya nacido como hijo de Dios; Jesucristo se hizo hijo de Dios.”
“Credo” de Los Católicos
A su vez, Myrna Ortega leyó su evocación intitulada Un libro sobre Vicente, con emotivos pensamientos (dedicados “a nuestros hijos, a los hijos de quienes nos reuníamos con Vicente Leñero y cuya espiritualidad siempre fue tema de amorosas pláticas”):
“–Bueno, ¿cuándo nos reuniremos la próxima vez? –preguntaba Vicente mientras Estela sacaba de su bolsa la agenda en la que de inmediato marcaba con un Ixtus, esa figura del pez que sirvió de símbolo soterrado a los primeros cristianos, la fecha en que finalmente nos volveríamos a ver.
“–¿En casa de quién toca la siguiente reunión? Yo llevo, como siempre, el postre –replicaba Estela.
“Varias veces le habíamos pedido a Leñero que escribiera lo que ahí se hablaba, que se reporteara e inclusive guardábamos la secreta esperanza de que algún día nos sorprendiera con la noticia de que su espíritu de periodista irredento había consignado algunas notas sobre nuestras sesiones…
“Empecé a registrar unas notas, unas cuantas solamente y que ahora reviso lamentando no haber escrito mucho más y haber confiado a mi muy desconfiable memoria la sustancia de nuestras largas, larguísimas horas de reunión en las que Dios, nuestro mutuo interés por entender nuestra fe, por compartir nuestras dudas, por saber cómo aplicar nuestro compromiso cristiano en el día a día mundano y azaroso, nuestra fascinación por la vida de Jesús y sus amigos, por su tiempo histórico, por quienes lo acompañaron y lo rechazaron, por lo que realmente había dicho y hecho, era todo lo que nos acercaba entre nosotros.
“Cierro esta intervención con algunas líneas de ese ‘Nuestro credo’ que harán seguramente recordar y sonreír a nuestro querido Vicente quien nos ha de estar escuchando por aquí:
“Creo en Dios que es mi Padre todopoderoso y todo amoroso, creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible y lo invisible, lo descubierto y por descubrir. Creo en Jesucristo, manifestación de Dios, hijo del hombre, luz de luz, Señor Nuestro; que fue concebido con la aceptación de María, por gracia del Espíritu, y nació de ella; que predicó el amor al prójimo como vínculo con Dios; que por nuestra redención y por instigación de la jerarquía eclesiástica, fue crucificado, muerto y sepultado, en tiempos de Poncio Pilatos. Creo que la iglesia debe ser santa, caritativa, fiel, evangélica… Hasta allí llegan mis notas.”
Tocó el turno al desparpajado doctor en filosofía Eduardo Garza Cuéllar, quien largó un discurso no exento de jocosidad (incluso imitó la voz de Leñero), pese a comenzar su discurso con una cita de San Ignacio de Loyola. Y culminó rememorando los últimos días que vio a Leñero, fundamentalmente cuando acompañó a Javier Sicilia desde el Palacio de Bellas Artes en la Marcha por la Paz, tras el asesinato de su hijo Juan en Morelos.
Francisco Prieto relató el comienzo de aquellas reuniones de Los Católicos, tras la lectura de la primera novela de Sicilia, El Bautista. La admiración de Leñero por el evangelista Juan y el anhelo de que aquellas reuniones no acabaran nunca y fuesen eternas.
Lectura de Solares
Finalmente, concluyó el escritor y dramaturgo Ignacio Solares (aún director de la Revista de la Universidad), leyendo fragmentos de la entrevista que le realizó Myrna Ortega, “Sobre Vicente Leñero”, misma que se incluye totalmente en Los Católicos. Vicente Leñero en torno a la fe.
“Vicente siempre fue el mismo. Era de una generosidad demoledora. Esa facultad que tenía para escuchar a su prójimo habla de su excepcionalidad como ser humano. Ahí veo una clara muestra de su cristianismo, o sea, no era un cristianismo solamente en lo interior, sino muy especialmente hacia el exterior en tanto que relacionaba su creencia directamente con una actitud de generosidad hacia el prójimo. Para Leñero, en cada ser humano había un hermano al que había que escuchar, atender y, en algún caso, consolar. Tuvo una enorme paciencia con nosotros los periodistas que lo acompañábamos, y digo nosotros porque a Revista de Revistas entraron algunos nuevos reporteros, como Hero Rodríguez Neumann, que fue también muy buen periodista.
“Siempre mostraba una noble disposición para leer con paciencia nuestros textos, para corregirlos, y también y sobre todo, quiero subrayarlo, para leer y comentar los posibles textos creativos de quienes queríamos no solamente ser periodistas sino también literatos.
“Esa generosidad se combinaba con su gran sapiencia, con su pasión periodística y a la vez (esto es algo fundamental en mi vida) con el ser un cristiano comprometido. Recuerdo al personaje tan bondadoso que siempre fue y al gran escritor que me siguió recomendando libros y que compartíamos. En aquella época me descubrió no solamente a autores católicos o cristianos que me fueron importantes, sino también a nuevos escritores que iba descubriendo gracias a que Joaquín Díez-Canedo le pedía que reseñara o dictaminara algunos libros. Así conocí entonces a varios escritores jóvenes que se publicaron gracias a los informes que hacía Vicente…
“Vicente fue, como en algún momento un crítico le llamó, ‘el hombre pluma’, porque realmente tocó todos los registros de la palabra escrita. Sólo le faltó la poesía. Recuerdo que ya siendo yo director de la Revista de la Universidad de México, cuando en una plática lo convencí (y no era fácil convencer a Vicente de nada) de que colaborara en la revista que dirijo y lo primero que me respondió fue:
“–Pero se van a enojar los de Proceso. Avanzando la plática, concibió una columna que estuviera más dentro de lo cultural que cerca de lo periodístico y en una libretita apuntó cuatro o cinco títulos del que finalmente quedó (y me parece admirable), Lo que sea de cada quien. Esto fue en 2007, hace casi nueve años. Durante 95 números tuve la suerte de tenerlo como mi colaborador estrella…
“Leñero nunca escondió su religiosidad. Yo diría que es una presencia evidente en toda su obra, aunque el concepto de Vicente de la literatura fue siempre libre de ideologías y de prejuicios. No creía en la literatura de mensaje. No creía en la literatura que de entrada pregona: ‘Soy autor católico’. Él decía que era un escritor católico, no un católico escritor. O sea, la literatura valía por sí misma. En el final de El garabato (una de sus novelas que más me gustan), el personaje acaba de terminar una relación amorosa, está en un grado superlativo de depresión, toma un avión y dice algo sobre su profunda soledad, del vacío que ve venir, y apunta dentro de un sospechoso paréntesis: ‘Puesto que es muy probable que Cristo no sea Dios’.
“Alguna vez escribí un ensayo sobre Vicente Leñero en donde le llamo el Graham Greene mexicano. Efectivamente, si algo caracteriza a Leñero es esta postura, por momentos casi escéptica, al estilo de la de Graham Greene. Algo que está muy presente en la literatura de Vicente y de Graham Greene, y que a mí me atrae particularmente, es la duda…
“Creo que el cristianismo de Vicente, y lo dijo muchas veces, estaba muy relacionado con su relación con el prójimo. Creo que le preocupaba menos la relación con Dios que la relación con su prójimo y ese es un pensamiento auténticamente cristiano. Pienso que el verdadero cristianismo, como el que vivía Vicente, descansaba más en la relación con quienes lo rodeaban que en ir a misa o creer en alguna forma de jerarquía eclesiástica. Hay que recordar una frase antológica de Pueblo rechazado, cuando el sacerdote, que es supuestamente Lemercier, lanza un crucifijo al suelo y dice: “Cristo no necesita de Cristos”. Eso sólo lo escribe un hombre que más que estar preocupado por la liturgia, está preocupado precisamente por lo más cristiano que puede haber en este mundo, que es la auténtica preocupación por tu prójimo. Y en ese sentido el cristianismo social y la Teología de la Liberación tenían mucho que ver…
“Fui quizás el último amigo que lo vio cuando ya estaba muy enfermo… Hablamos de cosas que tenían que ver más bien con el pasado y con la literatura. Recuerdo que me dijo que estaba leyendo mucho. Me contó que el último autor que leería sería Willigis Jäger. Curiosamente es un autor que nos descubrieron Vicente y Estela y cuyo pensamiento coincide con lo que yo siempre he pensado: que la trascendencia empieza, vamos a decirlo así, con la relativización del ego, y no porque no exista una trascendencia de alguna manera del alma personal, sino porque esa alma o espíritu necesita desprenderse de su pobre caparazón corporal e individual. Nunca he podido creer que yo quiera o vaya a seguir siendo ‘yo’ después de la muerte… Pero Vicente sí quería seguir siendo quien era después de la muerte, conservar su individualidad, nos confesó varias veces; pero curiosamente al final también empezó a dudar de eso, a creer que esa despersonalización era posible y conciliable con la fe cristiana.”

Con un aplauso cerrado concluyó la presentación, a la que siguió un brindis en los pasillos de Bellas Artes, cerrado ya al público y con personas a las que no se les permitió entrar a la sala por no haber sillas disponibles. Cabe destacar que las dos emisoras culturales televisivas de nuestro país estuvieron ausentes en el acto del libro Los Católicos. Vicente Leñero en torno a la fe.

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