22 ene 2017

¿Quién mató a la gallina? ¡Los presidentes!/

Revista Proceso ·# 2099, 22 de enero de 2017

¿Quién mató a la gallina? ¡Los presidentes!/
JESUSA CERVANTES
Los expertos y los extrabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex) que vivieron el proceso desmembrador de la paraestatal comenzado en 1990, opinan lo contrario de Enrique Peña Nieto: la gallina de los huevos de oro fue destazada por quienes debían protegerla.
moreLos entrevistados recuerdan que quienes saquearon la mayor empresa pública del país tienen nombre y apellido: Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, pues cada uno aplicó, fomentó y permitió políticas que minaron Pemex. A la par, exfuncionarios de ésta, con información privilegiada, terminaron sometiéndose a las órdenes de firmas extranjeras que hoy explotan los hidrocarburos nacionales.
El ingeniero Javier Jiménez Espriú, subdirector comercial de Pemex de febrero de 1990 a julio de 1992, rememora que los millonarios recursos que se obtenían por la venta de petróleo en el extranjero antes regresaban al país, pero hoy van a fideicomisos abiertos en opacos paraísos fiscales, como detectó la Auditoría Superior de la Federación (ASF) desde 2012.
Además, Rocío Nahle, especialista en petroquímica y extrabajadora del complejo Pajaritos, sostiene que en cada sexenio –priista o panista– se fueron tejiendo negocios turbios que permitieron el robo de “los huevos de oro”.
El desvarío de la gallina

En 1990, cuando Carlos Salinas era presidente de México, la firma McKinsey & Co fue contratada por Pemex –mediante adjudicación directa– para “realizar un estudio que permitiera establecer una propuesta de reorganización de Pemex”, relata el ingeniero y trabajador jubilado de Pemex Alfonso Hickman Sandoval en la colaboración que escribió para el libro Reforma energética. Anticonstitucional, privatizadora y desnacionalizante.
McKinsey propuso crear “líneas de negocios” y dividir a la paraestatal en Pemex Exploración y Producción, Pemex Refinación, Pemex Petroquímica y Pemex Gas. Pero además planteó que entre ellas se vendieran “a precios del mercado” la materia prima que requerían y que todas pagaran impuestos.
De hecho, esa idea ya se venía delineando desde 1987, cuando Francisco Rojas llegó a la Dirección de Pemex, pero él no estaba de acuerdo.
Jiménez relata que, luego del estudio de McKinsey, “se tuvo una larguísima reunión en la que participamos Rojas, yo, que manejaba la venta de crudo al extranjero, la comercialización, y otros funcionarios más. Nunca nos pusimos de acuerdo porque no aceptábamos el precio de transferencia de una filial a otra, que se proponía con base en el precio internacional. De ahí que el proyecto lo pudimos detener”.
Sin embargo, en 1992, tras las explosiones en Guadalajara que dejaron 225 muertos, unos 700 heridos y centenares de personas sin hogar, Salinas no aguantó más discusiones y ordenó un cambio definitivo en Pemex: el que había recomendado la consultora.
La causa oficial de los estallidos fue acumulamiento de gasolina en el drenaje. Sin embargo, Jiménez Espriú lo matiza: “La acusación se enfocó en Pemex como la responsable, pero no lo fue. Un mes después de la tragedia, Salinas nos reunió a unos 50 funcionarios y nos ordenó: ‘Tienen un mes para hacer la reestructura de Pemex’, así que se hizo como medida política. Todos los dedos flamígeros apuntaban a Pemex. Rojas asumió la situación y atendió la exigencia de Salinas”.
En ese momento se discutía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y tanto el economista ya fallecido David Ibarra como Rojas lograron proteger el petróleo y declararlo “un elemento estratégico y nacional que no se tocaría”, relata.
Como sea, con la división en cuatro filiales y la venta de insumos entre ellas, la gallina empezó a enflacar.
La muerte de Cantarell
En 1992, Cantarell –la principal reserva de hidrocarburos del país– tenía una producción diaria de casi 3 millones de barriles de crudo por día. La mitad se utilizaba para el consumo nacional y la otra para exportación. En ese tiempo, las filiales trabajaban entre 80% y 90% de su capacidad, cuenta Jiménez.
En 1995, ya durante el sexenio de Zedillo y con Adrián Lajous al frente de Pemex, se intentó vender la Petroquímica de Cosoleacaque, pero un problema de tierras lo impidió, recuerda la química y diputada­ federal Rocío Nahle.
Ese año, Lajous autorizó un contrato por 15 años para que la filial Pemex Exploración y Producción (PEP) inyectara nitrógeno a Cantarell, pero sólo en el sexenio de Vicente Fox se concretó el proyecto.
Nahle explica el problema y sus consecuencias: “En ningún país del mundo se inyecta nitrógeno a los pozos petroleros, porque los contamina y los acaba. Lo que se aplica es agua o el mismo gas del pozo. Los técnicos y especialistas de Pemex lo dijeron mil veces, pero las autoridades no pararon; era un gran negocio en Atasta, Campeche”.
Con el nitrógeno se aceleró la producción pero también se contaminó Cantarell. “Entonces, ¿quién empezó a matar a la gallina de los huevos de oro?”, se pregunta Nahle: “¡Ellos mismos, los gobiernos priistas y panistas, desde Salinas hasta Peña!”
Por si fuera poco, recuerda, Fox vio en la flota de Pemex una mina de oro familiar. Basta recordar a los hijos de Martha Sahagún y sus negocios con Oceanografía.
“Fox desmantela toda la flotilla marina de Pemex, que era una de las más grandes del mundo. En su lugar metió a Oceanografía, y una vez que revienta la corrupción de Oceanografía nos quedamos sin flotilla, sin movimiento de productos, una parálisis que afecta nuestro sistema de hidrocarburos. Y ahí responsabilizamos también a Raúl Muñoz Leos, un empresario que venía de la gerencia de Dupont”, expresa.
Crudo y gas, el negocio
Con Fox y con Felipe Calderón el negocio se centró en la venta de crudo al extranjero, y ambos rechazaron construir refinerías para producir gasolina. En contraparte, se decidió enviar más crudo a otras naciones. De vender 50% al extranjero se pasó a 60%.
Calderón (2006-2012), además, entregó montañas de dinero a Repsol. De hecho, desde que fue secretario de Energía (en el gobierno de Fox) autorizó los primeros contratos de servicios múltiples con esa trasnacional: el primer paso rumbo a la privatización de Pemex.
La ingeniera química abunda: Calderón se benefició de la compra de gas y el gobierno decidió dejar de producir energía con combustóleo, un residuo de la refinación de gasolinas que se utilizaba como insumo en la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Aun cuando se contaba con gran cantidad de combustóleo, Calderón decidió “cambiar el sistema por gas, bajo el argumento de que el combustóleo contamina. Sí contamina, pero muchos países lo siguen usando y aquí lo tenemos, no nos cuesta. Y si no tenías gas, ¿para qué cambiabas tu sistema? Pues porque Calderón quería el negocio del gas”, indica Nahle.
Y ofrece datos: Repsol tenía en su poder la comercialización en exclusiva del gas procedente de la planta de licuación de Camisea, en el sur de Perú. En septiembre de 2007, Calderón y la CFE eligieron a Repsol como proveedor de gas natural licuado. Así, de 2011 a 2016, México gastó 21 mil millones de dólares en surtir de gas a la CFE.
Pero Repsol sólo pagó a Perú 6 mil 26 millones de dólares. Su beneficio por ser intermediario fue de alrededor de 15 mil millones de dólares, según denunció Andrés Manuel López Obrador luego de mostrar el contrato de Repsol-CFE en abril de 2008.
“Entonces, ¿quién acabó con la gallina de los huevos de oro?”, vuelve a a preguntarse Nahle.
La fuga da al paraíso
De acuerdo con Nahle, el desfalco no se limitó a eso: en los sexenios de Fox y de Calderón los excedentes por la venta de petróleo al extranjero crecieron, no sólo porque subió el precio del petróleo sino porque la producción seguía siendo de cuando menos 3 millones de barriles diarios.
El problema, sostiene, es que el destino que siguió ese dinero es desconocido: en 2010 se decidió que PMI Comercio Internacional S.A. de C.V. (una agencia fundada por el gobierno mexicano en 1988 para comercializar el crudo en el extranjero, con más de una veintena de filiales) empezara a crear fideicomisos. PMI vendía, llevaba el dinero a alguna de sus filiales y éstas, a su vez, lo depositaban en un fideicomiso ubicado en algún paraíso fiscal.
Según la revisión de la cuenta pública de 2012 realizada por la ASF, ese año se vendió un promedio mensual de 1.2 millones de barriles de crudo. Otro informe de la ASF –de febrero de 2014– indica que en 2012 hubo ingresos en PMI y filiales de 1 billón 184 mil 518 millones de pesos. El problema es que gran parte de ese dinero fue a parar a dichos fideicomisos… que se desconoce dónde están, denuncia Nahle.
En la mencionada revisión a la cuenta de 2012, la ASF recomendó reformar la Ley Federal de Petróleos, pues PMI y sus filiales no son consideradas parte de Pemex y, por lo tanto, no están sujetas a regulación para “contratación de deuda, programación, presupuestación, aprobación, ejercicio, control, evaluación, contabilización, responsabilidades, transparencia y rendición de cuentas de los recursos públicos federales”.
El problema no paró ahí. Nahle recuerda que en 2009 Calderón licitó la construcción de una planta de etileno que ganó el grupo Brakem Idesa, ligado a la brasileña Odebrecht. En 2011 inició la construcción del complejo Etileno XXI. Y Pemex deberá abastecerlo durante 20 años de 55 mil barriles diarios de etano.
Lo anterior dio la puntilla a los complejos petroquímicos de Pemex Cangrejera, en Morelos, y Pajaritos: “Ahora Pemex no tiene gas etano porque se lo dio a los brasileños”.
Los últimos destrozos
Ya con Peña Nieto, dice Nahle, lo primero que hizo Emilio Lozoya como director de Pemex fue entregar –por 250 millones de dólares– el complejo de Pajaritos, cuando valía poco más de mil millones. “Y ya vimos cómo por falta de mantenimiento por parte de su actual dueño, Alfredo del Valle, este centro explotó el año pasado. Hoy las petroquímicas están trabajando a 40% de su capacidad y a veces no trabajan por horas”.
Ahora Peña Nieto ha decidido su negocio. Así como Calderón tuvo el gas con Perú, el priista volteó hacia Estados Unidos: ya licitó y entregó varios tramos de construcción de gasoductos a empresas de ese país que, sin embargo, tiene entre sus directivos a exfuncionarios de Pemex, expresa Nahle.
Y retoma la pregunta: “Entonces, ¿quién mató a la gallina de los huevos de oro? ¡Ellos! Fraccionaron la cadena de producción, vendieron su flotilla, acabaron con Cantarell, desaparecieron en fideicomisos las millonarias ventas de crudo, mataron las petroquímicas y languidecen por inanición las refinerías…”.



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